De la luz y el sueño
No es un poema, aunque lo parezca. Dedicado a un amigo y maestro entrañable y dedicado también a la pensadora del mundo de las entrañas,
María Zambrano,que tanto sabía y gustaba de la relación entre poesía y filosofía.
En recuerdo de Juan Saravia.
En homenaje a María Zambrano.
Ver o no ver, esa es la cuestión.
Ver con el ojo del corazón, si está encendida la lámpara del espíritu.
Porque el corazón, siendo caverna, entraña, también se dilata... aspira a la Luz.
Hay que dormirse arriba, en la Luz,
y conviene estar despierto abajo, en la oscuridad,
como tú bien sabías y escribiste.
Día y Dios, luz y cielo, aurora surgente.
En verdad madruga por Dios aquel que rechaza las obras de las tinieblas.
Cercano y difícil de captar..., como dijo un Poeta,
pero donde abunda y acecha el peligro también crece lo que salva.
Nosotros dormimos, mas nuestro corazón vela.
“Arriba, en la luz, el corazón se abandona, se entrega. Se recoge”.
Allí “no se padece violencia alguna,
pues que se ha llegado a esa luz sin forzar ninguna puerta y aun sin abrirla,
sin haber atravesado dinteles de luz y de sombra, sin esfuerzo y sin protección”
(María Zambrano).
Antes, ha sido un recorrer las callejuelas del Laberinto,
antes hemos sido espectáculo de Angeles y Demonios;
aquí, en lo profundo, donde vela el corazón,
donde se desvela, y “se reenciende en sí mismo”.
No era el recuerdo de sí,
como no es el hombre la medida;
pero sabías, algo en ti sabía,
que está encendida la lámpara.
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Boehmiano -