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Boehmiano. En pos de la sabiduría, como arte de vivir

La religión del Amor en Ibn Arabî

 

 

            Citamos a continuación un párrafo de Henri Corbin, extraído de su precioso libro La imaginación creadora en el sufismo de Ibn ’Arabî, editado por Destino, en Barcelona, febrero de 2003. La traducción, excelente, es de Agustín López y María Tabuyo.

            Íbamos a citar sólo el célebre fragmento del Diván, que aparece aquí al final, para hacer de él un breve comentario, pero pensamos que así está mejor introducido. Que lo disfruten y lo entiendan los amables lectores. Aquí va:

 

                        “La vida en simpatía con los seres, capaz de dar una dimensión transcendente a su ser, a su belleza, a las formas de su creencia, es función de esta teopatía que hace del espiritual un ser de Compasión (un Rahmân), y que realiza por él este Compadecimiento divino (Nafas Rahmânî) cuyo significado es compasión del amor creador por ser simultáneamente pasión y acción. ¿Con qué imagen se presentan y pueden ser contemplados el tipo y el objeto de esta devotio sympathetica? ¿Qué modo de ser invita a realizar esta contemplación? Éste será el tema de la segunda parte de este estudio.  Pero podemos introducirlo ya indicando lo siguiente: es en el centro de su gran poema sofiánico, es decir, en ese Dîwân secretamente dominado en su totalidad por la figura que, en el curso de una estancia memorable en La Meca, se apareció a lbn’Arabî como figura de la Sabiduría o Sophia divina, donde brota la profesión de fe de un fiel de amor capaz de asumir toda la transcendencia que se abre a lo que está más allá de cada forma, porque su amor la transmuta en el resplandor de un «Fuego que no se consume ni le consume, pues su llama se alimenta de su nostalgia y de su búsqueda, indestructibles al fuego como la salamandra»:

 

 

«¡Oh maravilla!  Un jardín entre las llamas...

 

Mi corazón se ha hecho capaz de todas las formas.

 

Es pradera para las gacelas y monasterio para los monjes,

 

Templo para los ídolos y Ka’ba del peregrino,

 

Tablas de la Torá y Libro del Corán.

 

Profeso la religión del Amor y cualquier dirección

                   que tome su montura, el Amor es mi religión y mi fe»[1]

 

 

Comentario:

 

Sabiduría activa y pasiva que brota del amor. Verdadera y divina compasión o misericordia, sabedora de lo que es y fomenta verdadera unidad entre los seres.

Capacidad metafísica de trascender las formas, sin negarlas; de asumir en la propia búsqueda los anhelos y creencias ajenos, que no se sienten tales.

Verdadera “llama que consume y no da pena”, pues renace cada día, en cada instante.

Plenitud del corazón que ya no juzga, que suspende el juicio, que se sabe amado. Amor a los que aman, cualesquiera que pudieran ser sus limitaciones, que asumimos como propias de cierta manera.

Maravilla de la dilatación del corazón, que no controlamos; que no es mero efluvio sentimental, ni repudia el sentimiento.

Sabedores de algo esencial: el que de veras ama no hace daño, no peca, no obra mal... pues, ciertamente, ya ha nacido de Dios.

 



[1] O.c., pp. 160-161. El subrayado es nuestro.

 

 

2 comentarios

Boehmiano -

Hiniare, me encanta verte por aquí. Te agradezco infinito tu poema de Whitman. Yo también le tengo una estima muy grande (y eso que no puedo leerle en inglés).
La dilatación del corazon, ¡grande y divina realidad!
Hasta pronto.
B.

hiniare -

Saludos, me alegro de ver que renuevas tu blog. Este texto es lo único que conocía del poeta, y ahora me ha emocionado recordarlo quizá porque concuerda con mi actual sensibilidad. También me ha recordado un texto de Walt Whitman (otro gran místico) que me gustaría compartir:
"Hago un fetiche de la primera piedra o de un trozo de árbol, soy un exorcista en el círculo de los conjuros,
Ayudo al lama o al brahmán a avivar las lámparas de los ídolos,
Bailo por las calles en una procesión fálica, extático y austero en los bosques soy gimnosofista,
Bebo aguamiel en los cráneos vacíos, soy admirador de los Shastas y los Vedas, obedezco el Corán,
Acepto los Evangelios, acepto a aquel que fue cricificado, sé sin duda que es divino,
Pertenezco a los que giran en el círculo de los círculos".
Vale, citando a Whitman no tengo medida. Sigo leyéndote, hasta pronto,
h.