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Boehmiano. En pos de la sabiduría, como arte de vivir

Introducción a la Filosofía. Tot y Thamus en el Fedro platónico

            Para saber qué es filosofía es indispensable adentrarse en ella y explorarla. No es posible hacerse una idea de lo que es filosofía “desde lejos”, “de oídas”, sino que es necesaria una aproximación propia, un recorrido personal por sus regiones, por sus cimas y sus oscuridades. Y para no perderse en lo que, tal vez, desde lejos se divise como una selva inextricable, lo aconsejable es recurrir a guías expertos, aproximarse a la experiencia filosófica a través de quienes vivieron intensamente esa experiencia, esto es, los maestros pensadores.

 

            Gabriel Marcel ha dicho que “la verdadera experiencia filosófica, tal como Platón no sólo la definió sino que la vivió, es como una llama que despierta otra llama”. El camino hacia la sabiduría sería, pues, según Platón -uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos-, el diálogo, en el que palabras que aluden a vicisitudes del espíritu tienen el poder de despertar otras palabras, en un intercambio participativo, vivo y conjuntamente inventivo hacia (diá) la razón (lógos).

 

            Claro que el saber, aun el conseguido por vía de la discusión, de la interrogación o del diálogo, corre a cristalizarse sedimentándose en sistemas y teorías. Es así como la filosofía, que en su sentido originario no era otra cosa que “amor a la sabiduría”, “afán de saber” desahogado en discusiones dialécticas, se ha convertido hoy en sinónimo de “exposiciones escritas de temas abstractos y racionales”. El acceso a la experiencia filosófica tiene ahora lugar, fundamentalmente, mediante la meditación reposada de los escritos donde los filósofos dejaron plasmado su pensamiento.

 

            En este sentido conviene recordar una advertencia que en uno de sus diálogos hace Platón respecto al modo adecuado de “aspirar a la sabiduría”. En él, el personaje Sócrates narra el siguiente mito: “En Naucratis de Egipto vivió uno de los antiguos dioses de allá, aquél cuya ave sagrada es la que llaman ibis y cuyo nombre era Theuth. Este fue el primero que, entre otras cosas, inventó la escritura. Era entonces rey de todo el Egipto Thamus, cuya corte estaba en Tebas. Theuth vino al rey y le mostró su arte, afirmando que debía ser comunicado a los demás egipcios. Thamus le preguntó entonces qué utilidad tenía, y Theuth le replicó: «Este conocimiento, ¡oh rey!, hará más sabios a los egipcios; es el elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con él he descubierto». Entonces Thamus le dijo: «¡Oh Theuth!, por ser el padre de la escritura le atribuyes facultades contrarias a las que posee, pues ella producirá en el alma de los hombres el olvido de la sabiduría, ya que, fiándose de la escritura, recordarán de un modo externo, no desde su propio interior. Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que la escritura procurará a los hombres; y una vez que haya hecho de ellos eruditos sin verdadera instrucción, su compañía será difícil de soportar, porque se creerán sabios en lugar de serlo»” (Fedro).

 

(DIEGO SÁNCHEZ MECA: Aproximación a la Filosofía, Salvat, 1982, pp. 4-5)

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