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Boehmiano. En pos de la sabiduría, como arte de vivir

No ha muerto Raimon Pánikkar

No ha muerto Raimon Pánikkar

Aunque en este modesto blog no se hable, propiamente, de noticias ni cuestiones de actualidad, quiero hacer una excepción a propósito de la “extinción”, como la llama Juan Masiá para aludir al nirvana, física de Raimon Pánikkar, filósofo al que admiro y a quien no tuve la suerte de conocer ni tratar (sólo le vi una vez en Ávila, al asistir a un curso que él dirigió magistralmente, en 1992, sobre místicos contemporáneos de la India).

Tengo sus libros, eso sí. Le he leído y lo seguiré haciendo. También he conocido a buenos amigos suyos, colaboradores, especialistas en su obra.

Con Pánikkar me han unido desde hace mucho (exactamente 1974) detalles y acontecimientos hondos, significativos. También sincronicidades.

No es para mí, ni muchos menos, irrelevante el que haya muerto un día 26 del mes de agosto del presente año. Lo digo, pero no lo explico. Y no se trata ahora de nada personal; simplemente de números y símbolos.

También diré que he leído y admiro, como escritor y pensador, a su hermano Salvador Pániker.

Pero no entraré en cuestiones polémicas de ningún tipo.

La personalidad y la trayectoria vital de Raimon se prestan a adhesiones profundas, a empatías de diversa naturaleza; también a rechazos ideológicos, viscerales o del tipo que fueren.

A mí que queda el testimonio y la enseñanza de un buscador valiente, genuino, que no rehuyó su propio dharma, que intentó habilitar espacios de libertad al hacer su propia andadura. Es posible que tuviera defectos, como cualquier ser humano. Me lo imagino con un corazón muy grande y generoso.

Un verdadero amigo de la sabiduría, flexible, inteligente, incansable. De él se podría decir aquello de que la amó más que el oro y todas las riquezas.

Es natural que, más allá de gustos y preferencias, muchos no puedan entenderle ni vibrar en su sintonía.

Pero nosotros podemos alegrarnos viéndole regresar a un pueblecito del prepirineo catalán (a él, que podría haber elegido vivir en cualquier parte del mundo, o en una gran ciudad como Barcelona). Cerca de las montañas y los árboles, con el espacio tan abierto como su alma, con la mente cada vez más serena, como el aire o el agua, luego de tantos esfuerzos y disquisiciones intelectuales. Para vivir allí los últimos años, para recibir y atender sosegadamente a sus amigos o a quienes buscasen su enseñanza. Y para preparar su última obra: la fundación Vivarium.

En cierta ocasión escuché decir, a propósito de él, que era imposible ser cristiano y budista o hinduista. A lo que recuerdo repliqué que lo que para los hombres es imposible es posible para Dios.

Se decía de Jung que parecía una mezcla de intelectual erudito y campesino suizo. Hay personas cuya mezcla y composición armónica de cualidades distintas parece un imposible.

Hay que agradecer a la vida, a su misterio, estos imposibles.

Por tantos dones y tantas maravillas, no sólo del intelecto, mi agradecimiento indeleble a Raimon Pánikkar.

2 comentarios

Boehmiano -

Gracias Hiniare. Coincido contigo. Me viene a la imaginación el final del último sueño de Akira Kurosawa, el del pueblo de los molinos de agua y su hermosa integración y vivencia de la muerte. Es una muerte-vida.
A ver si algún editor se anima a traducir del inglés su monumental "The vedic experience", que tiene más de 900 páginas.
Saludos,
B.

hiniare -

Muy bonito el NO que colocas en el título. Quien ha vivido una vida tan plena, ha dejado fluir a través de él la sabiduría, y la ha plantado y regado para las próximas generaciones, ¿qué puede lamentar de la muerte?
Sólo he leído un par de libros suyos, así que me quedan muchos por delante. Espero ir descubriéndolo.
Saludos,
h.