Blogia
Boehmiano. En pos de la sabiduría, como arte de vivir

La sabiduría ética de Confucio

 

            1. Confucio (c. 551-479 a. C.), junto a Lao Tsé y Chuang Tsé, uno de los principales filósofos chinos de la antigüedad, nacido de familia humilde, fue una persona modesta y sabia que, en su tiempo y pese a anhelarlo, no tuvo la influencia política, como consejero, que su sabiduría hubiera merecido. En siglos posteriores, sin embargo, su influencia ha sido enorme en la cultura y en la vida del pueblo chino, configurando en buena medida su carácter[1].

            El se decía un amante de los antiguos, de las tradiciones provenientes de la época dorada y quiso adaptarlas a su convulsa época. Su filosofía tiene un carácter democrático y su vocación de influir en la política nos recuerda algo a Platón, también por sus fracasos. Por otra parte se parecía a Sócrates en su gusto por la charla informal y por su arte para formular preguntas. Era gran amante de la paz y se preocupaba por la gente, debiendo ser muy querido y respetado por sus discípulos.

            Más exigente consigo mismo que con los demás, su meta era llegar a ser totalmente humano y supo mantener la dignidad y el sentido del humor especialmente en los tiempos difíciles.

            Se cuenta de él que, en los ratos de ocio, sus modos eran informales y alegres, siendo afable, aunque firme; digno, pero agradable.

 

            2. Aunque Confucio valoraba el autoconocimiento, veía a la persona como un entramado de relaciones humanas y sociales. El ser humano se desarrolla y cultiva en sociedad (lo mismo que decía Aristóteles) y la meta de tal realización es ser plenamente humano. Así, la ética confuciana puede resumirse en las siguientes nociones fundamentales:

 

            1ª. Jen. Esta palabra, etimológicamente, es una combinación del signo para designar “ser humano” y también “dos”. Así, denomina la relación ideal que deben tener las personas. Aunque suele traducirse por bondad, benevolencia y amor, tal vez lo que mejor la define sea “cordialidad humana”.

            Jen era para Confucio la virtud de las virtudes, implicando las mejores capacidades humanas. Para la persona noble, vale más incluso que la vida.

            Se trata de un sentimiento de humanidad hacia los otros y de respeto por uno mismo, un profundo sentido de la dignidad y el valor de la vida. Como perfección de lo humano (Confucio decía no haberla encontrado encarnada completamente en nadie a lo largo de su vida) no es fácil hablar de ella, pero implica otras muchas virtudes: diligencia infatigable, en los deberes y tareas públicos, así como cortesía[2], generosidad, empatía y capacidad de “medir los sentimientos de otros según los propios”.

            Expresada negativamente, es la célebre sentencia llamada “regla de plata”: “No hagas a otros lo que no te gustaría que te hagan a ti”[3]. Positivamente, se podría decir que “la persona de jen, deseando afirmarse a sí misma, busca también la afirmación de los demás” y esta amplitud de corazón no conoce fronteras, pues sabe que “dentro de los cuatro mares todos los hombres son hermanos”.

 

            2ª. Chun tzu. Traducida como “persona superior” o “humanidad en su esplendor”, también podría valer “persona madura”, como sugiere Huston Smith, a quien seguimos aquí.

            Cheng tzu es lo opuesto de la persona mezquina, malvada, de espíritu pequeño. Alude al anfitrión ideal: correcto, elegante, seguro, relajado, dueño de respeto por sí mismo y sabiendo generar el respeto a los demás. Movimientos suaves, expresión abierta, con el habla justa, sin hacer alardes, sin imponerse ni mostrar superioridad, con gracia y “sin preocupación ni temor”; ni el éxito se le sube a la cabeza, ni se amarga o deprime ante la adversidad.

            Confucio pensaba que solamente con personas así puede el mundo encaminarse hacia la paz: “Si hay rectitud en el corazón, habrá belleza en el carácter”. Y esto traerá armonía en el hogar, orden en la nación y paz en el mundo.

 

            3ª. Li. Esta palabra tiene dos significados, siendo el primero “corrección”, esto es, el modo en que deben hacerse las cosas, referido tanto a las relaciones sociales y familiares[4] como al uso del lenguaje. El segundo significado se relaciona con los ritos[5].

            Aquí destaca la doctrina del justo medio (que nos recuerda a la ética de Aristóteles). Hallar un equilibrio, una armonía y situarse “constantemente en el medio” de extremos opuestos. Hay aquí también una analogía con la doctrina del “nada en exceso” de los sabios griegos[6].

 

            4ª. Te. Su significado es “poder”, “virtud”. Poder por el que se rigen los hombres, hay que entender concretamente aquí; lo que hace referencia a la política. Y el elemento más importante del buen gobierno era, para Confucio, la confianza del pueblo en sus gobernantes. Por eso el verdadero te es el poder del ejemplo moral. Esto vale a todos los niveles, pero en concreto el gobernante no debe tener ambiciones personales y ha de buscar el bien común. Aquí encontramos un enorme parecido de fondo con las ideas de Platón[7].

            Y Confucio estaría de acuerdo con Thomas Jefferson cuando decía que “todo el arte de gobernar reside en el arte de ser honrado”. Ser honrado y tener la capacidad, los conocimientos necesarios: el auténtico filósofo, como diría Platón.

 

            5ª. Wen. El último concepto al que queríamos aludir se refiere a “las artes de la paz”, en oposición a las artes de la guerra. Es decir, a la música, la pintura, la poesía…: la cultura en su expresión estética y espiritual[8].

            Aunque esta noción tiene también una dimensión política y de relaciones entre estados, era el poder del arte para ennoblecer el corazón lo que atraía a Confucio.

 

            3. Aquí hemos considerado los principios de la ética confuciana dejando a un lado su concepción de la religión tradicional, que él aceptaba, basada en la relación con los antepasados, los sacrificios (forma de comunicarse con el cielo) y los presagios (forma en que el cielo, o los antepasados, respondían). Hombre, cielo y tierra eran considerados como una unidad. Aunque reservado en cuanto a lo sobrenatural[9], lo tenía en cuenta: en alguna parte del universo había un poder que estaba del lado de los justos.

            Como se afirma en un comentario posterior:

            “Para convertirnos en meritorios socios del cielo, debemos estar en contacto permanente con la iluminación silenciosa que hace que la corrección y el principio de nuestros corazones-mentes brillen con esplendor”. Y poco después, hablando del humanismo confuciano: “La humanidad en su máxima plenitud «forma un cuerpo con el cielo, la tierra y los millares de cosas», y nos da el poder de integrar el cosmos en nuestra sensibilidad”[10].

 

            4. Me gustaría mencionar otra cosa antes de concluir este resumen. Si importante fue el papel dado por Confucio a las artes para pulir y embellecer el carácter de las personas por su sutileza y buen gusto (y la magnitud de esta influencia puede rastrearse en la historia del pueblo chino, en el enorme poder civilizador de su cultura en sus mejores siglos), más importante aún me parece el valor concedido al respeto a las personas mismas, especialmente a las ancianas. En esto la china tradicional y el occidente contemporáneo parecen como la noche y el día. Valorar al anciano, darle un lugar de máxima honorabilidad, respetar su experiencia de la vida, agradecerle su trabajo, hacerle sentir útil e importante, etc… En todo esto tendríamos mucho que aprender[11].

           

            5. Se podrían establecer interesantes relaciones entre la ética de Confucio y la de Sócrates o Aristóteles, así como entre aquélla y la ética budista o cristiana. El cristianismo no nos parece, dicho sea de paso, ante todo una moral, aunque la lleve implícita. Pero señalaré una diferencia significativa entre Jesús de Nazaret, que decía que había que amar a los enemigos, y Confucio, pues una vez le preguntaron al filósofo chino: “¿Debe uno amar al enemigo, a aquél que nos hace daño?”. Confucio contestó: “De ninguna manera. Responded al odio con justicia y al amor con benevolencia. De otra forma desperdiciaréis vuestra benevolencia”[12].



[1] Merece destacarse el llamado Neoconfucianismo, importante movimiento que reformuló el confucianismo con influencias budistas y taoístas. Comenzó en el siglo VIII y floreció especialmente en los siglos XI y XII y hasta hoy día ha contado con notables intérpretes.

[2] Para ilustrar la cortesía que ha dado fama a los orientales, me referiré a un detalle pequeño pero significativo: en el caótico tráfico de Kioto dos coches rozan sus parachoques. Los conductores salen de sus coches, se saludan haciendo una reverencia y se disculpan repetidas veces por lo descuidados que han sido. Yo he visto en el centro de Viena chocar dos vehículos y me impresionó ver lo tranquilos y serenos que los dos conductores, lentamente y sin elevar la voz, arreglaron en unos minutos los papeles del seguro. Educados, sí, aunque algo fríos, como la mañana en la que sucedió este hecho. Mucho mejor que los gritos, insultos o malos modos (conozco una persona mayor que fue agredida con un puñetazo e insultada por un joven, cuya moto sufrió un pequeño golpe por parte de un coche que conducía, con cierto despiste puede ser, la persona mayor). Pero mucho mejor aún la cordialidad y calidez del corazón que comprende que valen más las personas que los objetos y el dinero que cueste arreglarlos.

[3] Analectas, 12, 2; 15, 24. Positivamente sería algo así como: “trata a los demás como a ti te gustaría ser tratado”.

[4] La familia siempre ha sido la institución básica, de enorme importancia en la vida del pueblo chino. Confucio decía que la fuente de la que manan todas las virtudes morales es el deber de los hijos para con sus padres. El concepto de piedad filial, el respeto de los niños hacia sus progenitores (y también hacia los mayores), era algo esencial para Confucio. Nada que objetar, siempre que no se entienda esto de un modo absoluto y autoritario. Habría que completarlo con lo que dice Khalil Gibran sobre los hijos en su obra El Profeta. Los hijos no son propiedad de los padres y estos, que los han engendrado, son quienes tienen el primer deber hacia ellos: darlo todo y no como quien busca un interés o espera contrapartidas.

[5] Pero este segundo significado de li se fusiona con el primero, pues, como comenta Huston Smith, “cuando se desenvuelve uno con corrección, según los conceptos confucianos, toda la vida del individuo se convierte en una danza sagrada, es decir, en un ritual”.

[6] En el Libro de Li leemos: “No debe complacerse el orgullo. No debe satisfacerse la voluntad por entero. No debe practicarse el placer en exceso”.

[7] Platón pone en boca de Sócrates estas palabras: “Entonces dime, Critias, ¿cómo elegirá un hombre al gobernante que ha de gobernarle? ¿No elegirá a un hombre que primero haya puesto orden en sí mismo, sabiendo que los efectos de toda decisión que surja de la cólera, del orgullo o de la vanidad pueden multiplicarse mil veces sobre los ciudadanos?”.

[8] Por sólo citar unos pocos ejemplos, mencionemos la caligrafía, la pintura paisajística, la cerámica y esa “danza de la vida” que es el tai chi chuan (que comienza a descubrirse en nuestro país).

[9] Cuando le preguntaron a Confucio acerca del servicio a los espíritus de los muertos, respondió: “Ni siquiera sois capaces de servir a la gente. ¿Cómo podéis servir a los espíritus?” Y como respuesta a una pregunta sobre la muerte dijo: “Ni siquiera entendéis la vida. ¿Cómo podéis entender la muerte?”.

[10] Tu Wei-ming: The World and I, p. 485 (citado por Huston Smith: Las religiones del mundo, Kairós, Barcelona, 2000, p. 192).

[11] Aquí citaré de nuevo a Huston Smith: “La elevación de la persona mayor… ayudó a aumentar en el este de Asia el respeto por la edad hasta alcanzar una actitud rayana en la veneración. En Occidente, cuando alguien confiesa tener más de 50 años, el comentario suele ser: «Pues no parece que tengas más de 40». Según la cortesía china, es probable que el comentario fuese algo como: «Parece que tengas 60». A una persona mayor que visitaba Japón a mediados de la década de los ochenta, un amigo japonés le preguntó cuán sabio era. La confusión que causó la pregunta hizo que el japonés se diera cuenta de que había cometido un error. Disculpándose por no dominar bien el idioma del visitante, el japonés les explicó que había querido preguntarle a su amigo la edad. El contraste es patente cuando comparamos esto con la actitud occidental en cuanto se refiere a la edad… Haciendo frente al inevitable deterioro físico, China creó estructuras sociales que alentaban el espíritu. Cada año que pasaba el anciano podía contar con que recibiría mayor solicitud por parte de familiares y amigos y, como ya hemos señalado, mayor atención y respeto cuando hablara” (o.c., pp. 195-196).

[12] El principal discípulo de Confucio, Mencio, utilizó esta misma argumentación para rechazar la llamada de Mo Tzu a “amar a todos por igual”. El moísmo, en efecto, propugnaba la doctrina del amor universal (en chino: chien ai) y no el recurso a la fuerza para solucionar los problemas sociales: Uno debería “sentir por toda la gente del mundo exactamente lo mismo que siente por su propia gente y considerar a los demás exactamente como uno considera al propio”.

8 comentarios

beace -

agradesco por la ayuda

Boehmiano -

Me temo, Hiniare, que ayer lo borré, sin querer, al modificar una pequeña errata del artículo dedicado al taoísmo. ¡He borrado todos los comentarios que había al modificar el tema o el post! Y es que no entiendo mucho de esto.
Pero bueno, lo intentaré volver a escribir hoy mismo.
Saludos.
B.

hiniare -

No consigo localizar tu comentario.

Boehmiano -

Hiniare, bienvenida siempre. Este blog es también tuyo.
Se trata del capítulo XV. Me encantará leer lo que tú quieras escribir.
Aunque iba a hacerlo también aquí, he contestado a este comentario en el tema del sabio taoísta.
Gracias y mis mejores deseos.
B.

hiniare -

Perdón por la intromisión en blog ajeno: no soy especialista en taoísmo, pero sé que las traducciones del chino nunca son exactas y pueden variar mucho unas de otras. ¿A qué libro o poema pertenece esa frase? Si la localizo, quizá pueda hacer una reflexión sobre ella, con permiso de Boehmiano.

Carmen Gloria -

Hola, he estado estudiando el Tao, y la verdad hay varias frases que no he logrado entender del todo, ésta en particular me tiene bastante confusa:
"No siendo pleno puede quedar en lo viejo sin renovarse"

Si alguien me puede orientar un poco hacia el entendimiento se lo agradecería de todo corazón.

Boehmiano -

Gracias, Hiniare, por tu comentario y tus sugerencias, que me parecen muy justas. La China tradicional tuvo siempre una determinada concepción de la familia y Confucio seguramente la heredó. Yo prefiero lo del Evangelio: "El que ame a su padre o su madre más que a mí...", pues hay un nacimiento que no es el de la sangre. Pero en Confucio admiré siempre su dimensión sapiencial (y no sólo moral, en la que se suele insistir). Bien es cierto que las sutilezas o paradojas de un Chuang Tsé pueden ser más sugerentes.
Y coincido contigo respecto a Huston Smith y su precioso libro (que no el único) "Las religiones del mundo".
Hasta pronto.
B.

hiniare -

Saludos, Boehmiano: me ha alegrado que comentes el libro de Huston Smith, yo aprendí mucho con él, aunque reconozco que el confucianismo quizá me pareció lo menos llamativo. Igualmente me parece adecuado ponerlo al día para cualquier sociedad democrática por su valor moral, sea laico o religioso.
De todas formas lo más incomprensible para mí fue esa insistencia en cuidar de los padres, en lugar de los hijos, que resulta lo más natural. Me parece preciosa esa frase de Khalil Gibran que dice a los padres: "vosotros sois el arco por medio del cual
vuestros hijos son disparados  como flechas
vivas". Esa costumbre de las sociedades orientales de sacrificar la vida por los padres produce mucha tensión en la familia; las hijas, por ejemplo, no sirven porque cuidarán a sus suegros. En fin, cada modelo de familia tiene sus pros y sus contras. Precioso comentario, nos vemos,
hini.